(Ilustración de Lina Dudaite)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cómo escribir un haiku




TINA APRENDE HAIKU

Aquella tarde, cuando Tina regresó del colegio, su madre la encontró rara.
“¿Ya está la cena?”, preguntó Tina quitándose el abrigo. Y a continuación pronunció en voz baja: “Cinco”.

“¿Qué estás diciendo?”, preguntó su madre desde la cocina.
La niña escuchó, se quedó pensativa y volvió a decir: “Cinco”.

Su padre, que estaba frente al televisor, pendiente del tiempo, anunció: “Mañana habrá borrasca”
Tina respondió en voz alta: “Siete”.

La madre salió de la cocina con las mejillas rojas como manzanas.
“¿Qué le pasa a esta niña?”, preguntó sofocada por los humos del guisado.

Tina repitió: “Siete”, y empezó a poner la mesa con más energía que de costumbre.
El padre seguía absorto ante los claros, las nubes y las precipitaciones.

Al rato apareció la abuela con su esponjoso batín estampado y se sentó a la mesa.
“¿Qué has hecho hoy en el colegio?”, preguntó como siempre.
Tina respondió:
 “Hoy ha venido /a clase un japonés /que escribe haiku.”

El padre siguió mirando el mapa en la pantalla, la madre removió algo dentro de la cazuela, la abuela levantó las cejas y miró a Tina con atención.
 “Nos ha enseñado / a decir lo que pasa /sólo en tres versos”.

“Qué cosas más raras os enseñan hoy en día.”, dijo moviendo la cabeza.
De pronto, Tina comentó:

La abuela lleva / un calcetín azul / y el otro, verde”

En ese momento, el padre dejó de mirar la tele, la madre salió de la cocina y la abuela se miró los pies.

“¡Pues es verdad!”
“¡Son cinco!” declaró Tina. “Cuatro, más una por acabar en aguda.”

Su padre le preguntó, frunciendo la nariz:
“¿Puede saberse de qué estás hablando, Tina?”

“De nada raro. / Lo que hago simplemente / es contar sílabas.”

La madre se ajustó las gafas para mirar a su hija.

“¿Quieres hacer el favor de hablar como todo el mundo?”
La niña negó con la cabeza. 

“El profesor / dice que practiquemos, / y yo obedezco.”

 El padre puso los ojos en blanco, la madre dio un largo suspiro y la abuela empezó a toser.

Cuando todos se sentaron a la mesa, Tina dijo:
“Los espaguetis / me parecen lombrices / descoloridas”.

La cuchara de la madre salió volando, el padre dio un salto en la silla y la abuela se atragantó.
“¡Como sigas así te vas a tu cuarto!”, amenazó el padre, pinchando un guisante con furia.

La niña siguió comiendo en silencio, pero al cabo de unos minutos exclamó:
“Papá se acaba / de hacer un lamparón / en la camisa.”

La madre, indignada, le puso el plato en una bandeja y la mandó  a su habitación.

“¡Hoy no verás la tele!”
Pero Tina respondió:

“Me da lo mismo. / Me lo paso mejor / contando sílabas.”


(Ilustración: Gabriel Alonso)
(Publicado en la revista: "Pequeños héroes" - Valencia)

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