(Ilustración de Lina Dudaite)

sábado, 18 de junio de 2011

"...ante la insuficiencia del lenguaje para reproducir una experiencia determinada, se abre el
ámbito del silencio que trasciende la palabra en el éxtasis. La búsqueda de la
palabra absoluta culmina en el silencio, en un espacio mudo abierto al final de los relatos que, lejos de ser una estructura vacía, es un triunfo sobre la incapacidad
verbal para expresar la multiplicidad de sentidos posibles. 

El silencio no aniquila la palabra: engendra la posibilidad de la polisemia. La apertura al silencio determina el acontecimiento estético. El silencio habla de la inminencia de una revelación no
producida. La palabra escrita es una prisión laberíntica porque pertenece al mundo
fenoménico y se encuentra ligada a un significado único. 

El arte tiene la misión de trascenderla, ubicándola en un espacio de significaciones plurales. 
De esta manera,
el no explicitar cuál es aquella palabra anhelada por los protagonistas de los textos
se convierte en una manera más radical de decir. La sugerencia es, desde esta
perspectiva, el único modo de crear sentidos múltiples superando, en el silencio de
la palabra, los límites a los cuales nos somete la estructura inherente al lenguaje.
Fuera de las concatenaciones de tiempo y espacio, la palabra manifestada
en el éxtasis se vuelve sobre sí misma, se anula, y mediante esta anulación
logra expresar infinitamente. El hecho de insinuar se convierte en una manera
más eficaz de decir [...] mediante un camino que culmina en el éxtasis Borges
logra romper las barreras de la ficción y acceder a un espacio más eficaz que la
palabra escrita”.

Borges: una estética del silencio
Gabriela Massub





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