(Ilustración de Lina Dudaite)

viernes, 13 de mayo de 2011

LEYENDA CHEYENNE...

El jefe de una tribu india, observaba atento una pelea que tenia su nieto con otro niño del poblado, el cual era algo mayor y por la tanto más fuerte que su nieto. La disputa acabó como era de esperar con un claro ganador. El vencedor depúes de dejar a su contrincante tirado en el suelo, subió raudo con un ágil salto a un caballo asiéndose por las crines y veloz se alejó en la espesura del bosque.
El pequeño guerrero, con las lágrimas de rabia e impotencia equilibrándose al borde de sus ojos, levemente contenidas por el orgullo, se dirigió a una gran piedra, se sentó, sacó un cuchillo de su cinto y empezó a afilarlo a conciencia y firmeza, al tiempo que de vez en cuando clavaba sus ojos en el punto más profundo del bosque, con respiraciones agitadas.

Su abuelo que presenciara todo lo acontecido con una serenidad cautelosa, había decido no tomar parte en la trifulca, mientras ésta no tomara un final demasiado fatídico, pues como sabio por años, no por jefe, sabía que el buen guerrero se hace aprendiendo de las batallas perdidas. Aprovechó entonces, el momento para mostrar una lección más a su nueva generación. Se levanto con la seguridad tranquila y firme de un jefe, pero también con la comprensión y el cariño de un abuelo, y con un tono de voz sosegado, comenzó a exponer la lección a su nieto, de manera que no hiriese su ego, tomó la misma postura que él pequeño, sacó su cuchillo del cinturón y lo afiló con suavidad, con la mirada fija en el filo:

"Sabes, a veces, tomo decisiones que influyen a toda la tribu, y muchas veces son acertadas; otras en cambio no lo son tanto, no siempre acierto, aunque mi intención quiera llevar a mis guerreros siempre por buen camino y hacia la victoria y mantener así la estabilidad y el bienestar del poblado. A veces, un fallo mío, o simplemente la fuerza del contrario, en alguna ocasión ha llevado a mis guerreros a la derrota y por lo tanto mi poblado ha sufrido. Entonces es cuando llegado el momento, sabes que una vez que se recupera un poco tu tribu, no importa la guerra, si no que los tuyos estén bien y que en su momento, cuando la tribu enemiga estuvo a punto de sufrir la desaparición total por una enfermedad, la nuestra los ayudó, pese a todo lo ocurrido.
Gracias a eso, hoy somos tribus hermanas, que comparten praderas y bosques, y viven en armonía.
A veces, me he sentido y me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón; uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión."

Su nieto después de haber oído relatar a su abuelo, la historia de como dos tribus enemigas, se habían unido en hermandad, alzó la vista y dejó de afilar su cuchillo y preguntó:

" Abuelo, ¿dime cual de los dos lobos ganará la pelea en mi corazón?"

El abuelo contestó:

"Aquel que tú alimentes."

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